10 dic 2012

Templo Expiatorio de Guadalajara





Guadalajara es una de las ciudades más importantes de todo el territorio mexicano. Luego del Distrito Federal es la ciudad más grande y más poblada de todo el país que sigue y sigue creciendo en todos los aspectos. Esta expansión constante hace que se posicione dentro de los destinos turísticos elegidos por los turistas que llegan al país y quieren conocer todos esos rincones y aprender más de la identidad mexicana a través de los paseos y recorridos.

La capital del estado de Jalisco tiene, en este sentido, mucho que ofrecer a los viajeros que llegan sedientos de historias y de bellezas, tanto naturales como arquitectónicas.

Un ejemplo de uno de los atractivos en Guadalajara es el que constituye el llamado “turismo religioso” una forma de aprender no solo de los templos e iglesias sino de la misma historia y cultura de la ciudad en la que estamos ya que a través de los detalles de una construcción religiosa podemos conocer el contexto político así como las escuelas artísticas que se vieron reflejadas en las paredes y fachadas y los desastres naturales o manifestaciones populares que modificaron algún aspecto de ellos, entre muchas otras cosas.

Uno de estos templos en Guadalajara que forma parte obligatoria de cualquier recorrido de turismo religioso es el Templo Expiatorio de Guadalajara, ubicado en el número 935 de la calle López Cotilla, en pleno centro de la ciudad.

Este templo tiene como principal figura de veneración al Sagrado Sacramento, el signo sensible más importante del culto católico, es decir, aquel símbolo que representa la figura de Jesús y que, al ser consagrado en el acto de la Comunión nos dice que allí mismo se encuentra la presencia de Cristo.

La construcción de este edificio de gran belleza comenzó allá por el año 1897 con un encargo al arquitecto italiano Adamo Boari que se encontraba en el país por encargo de Porfirio Díaz, y quien fue el encargado también de construir el hermoso Palacio de Bellas Artes y el Correo Mayor de la Ciudad de México.

Desde el comienzo de la edificación se planteó un estilo neogótico con los detalles italianos que supo darle el arquitecto. En 1911 ya habían sido terminadas las columnas interiores pero la construcción tuvo que detenerse debido a la Revolución Mexicana, debido a la persecución religiosa pero también a la crisis económica reinante en ese momento.

Finalmente en 1927, cuando se prosiguió con la construcción, se hizo cargo el arquitecto Ignacio Díaz Morales, quien logró terminarlo en el año 1972.

Este es uno de los más hermosos templos en Guadalajara en el que se pueden apreciar numerosos detalles como por ejemplo la delicadeza de sus puertas de madera de granadillo que fueron realizadas por el artista Jesús Gómez Velasco y en la que fueron incrustadas unas figuras de bronce realizadas por Benito Castañeda.

Por otra parte podemos apreciar el increíble detalle de los mosaicos del frente, que fueron hechos nada menos que en la fábrica de mosaicos del Vaticano. Si faltaba algo para hacer más especial la construcción podemos nombrar el reloj traído especialmente de Alemania, que tiene cuatro carátulas iluminadas y un carrillón de 25 campanas con una colección de obras musicales no solamente religiosas sino también profanas. Cuando suena alguna pieza musical se puede ver una peregrinación de figuras de apóstoles que se encuentran situados en los números 9, 12 y 6. Algunas de las melodías que se pueden escuchar son el Ave María, Las Golondrinas, el Himno Nacional, México Lindo y Querido, Las Mañanitas y la Marcha de Zacatecas, entre muchas otras.

Las paredes del templo están realizadas en piedra tallada como se solía hacer en la Edad Media y posee también unos vitrales enormes realizados por Jaques y Gerard Degusseau de Orleáns en Francia y por el pintor Maurice Rocher de París, por los que se filtra una luz que se vuelve tenue y delicada en ese paso tímido hacia el interior de la Iglesia.

La construcción de este inmenso e importantísimo templo llevó unos 75 años que vieron pasar a gobernantes, así como a las mismas autoridades eclesiásticas, a los arquitectos encargados y a los artistas que participaron en cada uno de los detalles que hoy podemos apreciar. El producto final es un edificio imponente que está cargado de historia, aquella que transcurrió desde la colocación de la piedra inaugural hasta la primera vez que uno de los feligreses entró en este lugar sagrado que hoy forma parte del patrimonio cultural de la ciudad y de los recorridos obligatorios de los visitantes.

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